jueves, 23 de septiembre de 2010

Toro

Entre la mirada y los fortuitos capote que asistieron su mirada,
llego la noche y despertó su violento verso,
camino por las orillas de los mares a cuenta gotas,
su realidad se fue convirtiendo en su propia soledad,
en su propio esqueleto, en un par de cuernos, que unos decían: bien puestos y otros simplemente no.
En el camino perdió la bravura para entregarse en el ruedo, como aquellas sábanas que se quedaron sin el aroma perdido en el amor.
Nadie se resigna, pero nadie muere de amor.
Entre los gallos que ahora cantan en la luna después de aquella tarde de madrugada,
cuando la cúpula escrita por los hierros oxidados de aquella célula que se guardo en el mismo silencio con que dios creo al volcán. El pobre toro ni la vuelta lenta al ruedo alcanzó después de aquella historia.
Después de aquella muerte la luna jamás volvió a enternecer a la bestia.

Mauricio Martínez Chaparro.

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